
Hace ya unos cuantos años, en un taller de comunicación y habilidades sociales al que asistí como alumno, utilizaron esta metáfora para referirse al espacio personal alrededor de cada persona, que no se ve pero es básico para el buen funcionamiento de las relaciones sociales: la burbuja personal. Todos la tenemos aunque nunca hayamos pensado en ella y no suele tener forma de burbuja, pero la metáfora es muy visual y a mí me resulta útil. Se trata de ese espacio de aire que sirve de barrera y límite entre cualquier persona de mi entorno y yo mismo, es ese espacio que me hace sentir cómodo en la relación siempre que no sea traspasado.
Cada persona tenemos un tamaño de burbuja distinto, su medida es el resultado de nuestra socialización, experiencias, valores… y podrá variar de tamaño a lo largo de la vida. Algunos tendrán una burbuja enorme y otros quizá la tengan tan pequeña, que esté pegada a la propia piel. Y la mayoría la tendremos como los penes: tamaño medio.
¿Cómo funciona? Muy simple, imaginaos que cada persona va por el mundo con esa burbuja visible, como si fuera una pompa de jabón alrededor de nuestro cuerpo. Si alguien la atraviesa (con un brazo, una mano, una pierna o con la cara) romperá la burbuja y me hará sentir incómodo.
La burbuja también cambia de tamaño en función de con quién nos estemos relacionando: familiares cercanos, amigos, conocidos o personas con las que nos cruzamos por primera vez en la vida, con quienes la mayoría mantenemos una distancia mayor. Luego está la pareja, afectiva o sexual, con la que esta burbuja llega a desaparecer. Y también varía en función de cómo se atraviese, quizá que me toquen el brazo con una mano no me moleste, pero que me hablen demasiado cerca, haciéndome sentir el aliento, sí me resulte incómodo.
Este espacio es muy importante en la comunicación, hay personas que tienen la costumbre de tocar a su interlocutor, pues para ellas es una forma de expresión. Al mismo tiempo hay personas que se sienten violentas cuando les tocan, porque su burbuja es más grande y gruesa. Lo recomendable es ser prudente, conocer un poco a las personas con observación y tiempo, y posteriormente decidir si tocarles es una buena idea.
Supongo que en este punto entendéis a dónde me quiero dirigir, pues esto es un blog nudista y lo que aquí se escribe de un modo u otro ha de tener relación con el nudismo. ¿Qué ocurre con mi burbuja personal cuando estoy desnudo junto a otras personas? Porque cuando estoy en la ducha o en la cama durmiendo sin compañía la burbuja no tiene ninguna relevancia, sólo entrará en juego cuando estemos practicando una de nuestras aficiones favoritas: el nudismo social.
¿Qué pensáis que ocurre con nuestra burbuja personal cuando estamos desnudos? ¿Es del mismo tamaño? ¿Funciona de la misma forma?
Para mí es un tema fundamental y no sé si lo hablamos de manera habitual. No es lo mismo, por ejemplo, abrazarse cuando llevamos ropa que cuando el único vestido es nuestra propia piel, aunque el tema de los abrazos lo dejaré para otra entrada, que tiene miga. Tampoco es lo mismo cuando estamos varias personas desnudas en un espacio reducido, por ejemplo, en la cocina preparando una comida, y los roces que se producen podrían incomodar a alguien.
Yo pienso que el contacto físico con las personas que apreciamos es una forma más de comunicación, nos ofrece cercanía, nos conecta y al mismo tiempo es signo de confianza, pero también nos cuesta romper o estrechar la burbuja por miedo a incomodar al otro o por la educación que hemos recibido. Quizá la clave está en lo que dije antes, en ser prudente y observar mucho antes de reducir el espacio con las otras personas, pero me interesa mucho conocer vuestra opinión: ¿os comportáis igual respecto a esta burbuja, vestidos que desnudos? Y el tamaño de vuestra burbuja ¿cambia o es exactamente el mismo?
Eladio